Según Whit Delaney, la señorita Kipling tenía dos opciones: denunciar en la junta de la universidad que el distinguido profesor Delaney había intentado seducirla, o mantener la boca cerrada y seguir como si nada con sus estudios y su carrera de atletismo...
Parecía sencillo. Pero, por alguna razón, la joven no parecía dispuesta a hacer ninguna de las dos cosas...
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